29 de agosto de 2009

No comprender

No comprender, y aún así necesitar comunicar algo de esa experiencia.
En el último libro de Amos Oz, uno de los protagonistas, cansado al final de su vida de no entender a quienes le rodean, ni a él mismo, copia (como un bálsamo) fragmentos de una guía sobre aves. Y hablando de la migración dice:

Mattheus llamó a esto "navegación sin sentido", y no porque, en su opinión, tenga algún valor biológico, sino porque desconocemos completamente su función.

Entonces me acordé del libro de Gao Xingjiang, La montaña del alma. En la última página, la número 651, el autor escribe:

Sólo cae la nieve.
En ese instante, no sé dónde está mi cuerpo, no sé de dónde sale este pedazo de tierra del paraíso. Escruto los alrededores.
No sé que no no comprendo nada, creo que aún lo comprendo todo.
Las cosas suceden detrás de mí. Siempre hay un ojo extraño. Lo mejor es aparentar que se comprende.
Aparentar que se comprende, pero de hecho no comprender nada.
En realidad, no comprendo nada, pura y simplemente nada.
Así es.

Antenas

Un amigo me envía un texto del libro de Adam Zagajewski, Antenas, porque le pareció que había alguna relación con los viajes en compañía de la música de Mikel Laboa. Me gustaría anotarlo aquí:

La música que escuchaba contigo
en casa o en el coche
o incluso durante un paseo
no siempre sonaba tan pura
como quisieran los afinadores de pianos;
a veces se inmiscuían voces
llenas de pánico, de dolor,
y entonces aquella música
era mucho más que música
era nuestro vivir
y nuestro morir

14 de agosto de 2009

Captain Cohen

Capitán Cohen !: escucharle ha sido un placer. Apetece decir eso.
Concierto de Leonard Cohen en Vigo. No hubiera ido si no me hubieran invitado e insistido en que podría estar bien.

Tres horas de concierto. Un hombre mayor, 74 años, envuelto en una energía serena y alegre. Un monje zen al que sus acompañantes le reconocen una autoridad que él parece no necesitar. Y un conjunto de seis instrumentistas más tres voces. Diez personas sobre el escenario. Cada músico un virtuoso concentrado en lo que está haciendo. Y cada vez que él no canta, escucha con atención la música que hace el resto del grupo. Cuando hay un solo de alguien, clava en él toda su mirada y se saca el sombrero en señal de agradecimiento.

Una profunda sensación de agradecimiento a cada momento. En todas direcciones. Un escenario envuelto en una calma que no recuerdo haber visto. Sobrecogedora en muchos instantes. Las luces, el sonido, la lentitud o la rapidez. Magistral. Un encuentro con alguien que había abandonado los escenarios pero no la música. Entre las diez y la una de la noche, una noche de verano cerca del mar. Uniformados casi todos con un sombrero pequeño y negro. Casi todos de negro. Silenciosos, sin ninguna estridencia, sin bromas estúpidas, sin alzar la voz. Cantaban para nosotros. Hasta el final, hasta la despedida. Good night, darlings.

Antes del concierto compré un libro que empieza así:
Un hombre se levanta y se va a otro lugar. Lo que el hombre deja detrás de él permanece detrás observándole.

7 de agosto de 2009

Anotaciones pasadas

Durante el tiempo en que no escribí en el blog, anotaba algunas cosas en la libreta con la intención de pasarla luego al blog. El 15 de mayo murió Carlos Castilla del Pino y al día siguiente copié unas frases del artículo que el periódico le dedicó:
Castilla del Pino hizo suyas las palabras de Goethe ("llega a ser el que eres") y defendió la tarea de descubrir quién se es y tener el valor de serlo: "Ese es el éxito en la vida", dijo.

No he conocido a nadie tan implacable en sus análisis y con tanto gusto por vivir. Asistí a dos de sus cursos y el tercero y final de esa serie se suspendió por su mal estado de salud. Meses después murió. Contaba que le gustaba conducir su coche mientras dirigía la música que sonaba en el cedé.

Creo que tampoco he conocido a nadie que defendiese con tanta intensidad su privacidad y su espacio. "Echar la tranca" de la casa a la noche, arroparse en la biblioteca (sin ventanas), caminar por el patio interior.

Miedos

¡Muéstrame tu dios y te diré cuál es el color de tu miedo!

(Chantal Maillard, Diarios Indios)

2 de agosto de 2009

Mikel Laboa y el desierto

A veces una música se une a un lugar de una manera inexplicable. Nada tenían que ver, pero se encontraron.

Durante varios días crucé una carretera del desierto escuchando en el coche las canciones de Mikel Laboa. No conozco otra voz igual. Una y otra vez el cedé volvía a empezar y aquella música empapaba no sé que parte de la memoria, de una manera parecida a como el sabor del vino inunda la boca.

Hace poco más de un año, en otro viaje en coche, escuché la noticia de que Mikel Laboa había muerto. Recuerdo que paré y pensé en cómo había conocido su música. Estos días, la persona que me lo dió a conocer acaba de tener su primer hijo, aunque ya somos dos desconocidos. Así son sus canciones.

Conduciendo despacio, con el aire acondicionado puesto, en medio de un calor tórrido que parecía derretir el asfalto, había una voz que ayudaba a escuchar otras voces. Es una música a la que le tengo agradecimiento.

82 días

Ochenta y dos días sin escribir en el blog, y nunca tuve la sensación de que estuviese cerrado. Echo de menos acercarme a él y hace días que buscaba el momento para continuar, lo que ocurre es que tal vez esperaba un reinicio "especial", un tema (no sé cual) con el que dar un pequeño golpe de efecto tras el silencio. Pero nada de eso ocurrió.
Soy un experto en trabajos de todo tipo sin terminar. Suelo detenerme bajo una razón que en ese instante me parece poderosa y convincente. Entonces quedo a la espera de algo que sucederá, no se sabe bien el qué, y ese tiempo se va alargando hasta producir una especie de aletargamiento que, como el de los bichos en su cueva, aconseja esperar un cambio de estación (y de trabajo).
En la vuelta al blog me apetece escribir sobre temas que no tienen que ver con la música escuchada por lo general en una sala de conciertos, esta es una percepción con la que ya llevo tiempo y que me hizo callarme en algunas ocasiones. Los sonidos y el ritmo, la percepción y la escucha surgen en cualquier lugar, y hay encuentros inesperados o planificados, pero encuentros, que me gustaría nombrar.