Ven gato, acércate más, eres mi oportunidad de acariciar al tigre.
Hace días que anoté este verso de José Emilio Pacheco.
Desde entonces han pasado varias músicas inolvidables, algún pequeño y gran viaje, encuentros con imán y libros nuevos.
El pasado viernes asistí en Santiago a las tres primeras cantatas del Oratorio de Navidad (BWV 248) de Bach. Una música girando alrededor de lo sagrado y frente a la que tuve la sensación de que aquellos sonidos habían existido desde siempre y ahora se limitaban a pasar a través de los cuerpos que había frente de la orquesta. Una música de una profundidad increíblemente ligera, centrada en el agradecimiento y el dolor.
También había anotado estos días tres características de una buena una obra, sea cual sea su disciplina: respetuosa con el espectador y que no resulte ni oracular ni pedagógica (lo escuché en la radio). Días más tarde y leyendo a Amos Oz: que la obra cuente y no que opine y que sea autobiográfica sin resultar una confesión.