29 de noviembre de 2012

Mesa

La mesa que construyó mi padre

(Padre es quien te cree ,
de esta manera supe algo de ti)

27 de noviembre de 2012

Diálogo

El diálogo
una vez iniciado no se acaba nunca.

Esa es una de las caras de la incertidumbre

26 de noviembre de 2012

Una cena

Eran unos bosques oscuros que ofrecían quietud según se caminaba por ellos. Grandes extensiones de árboles muy altos que luchaban por un trozo de cielo. Cruzaban la llanura y las pequeñas elevaciones de tierra gris. En los límites de cada grupo de árboles, de cada bosque, una pradera resguardada del viento sin otra vegetación que una hierba rala del color de la tierra. Y en una de ellas había una casa.

Los días que pasaste allí existen con la nitidez y la quietud que ofrecía el lugar a quien quisiera escucharlo, algo que tampoco era fácil porque aquello no dejaba de ser un lugar inhóspito y aislado.

Había aves, y las recuerdas como si fuesen una luz en la oscuridad. Muchas eran blancas y esbeltas, de patas largas y pico afiladísimo que caminaban sobre las pequeñas corrientes de agua. Necesitaban tener el agua cerca, se parecían a la garza real o a las garcetas que viven aquí. Pero sus nombres eran otros y no los conocías. Les silbabas e intentabas imitar sus llamadas.

Tardes enteras buscando plumas.

Una noche, poco antes de seguir viaje, decidiste hacer una cena especial con los pocos ingredientes que aún había. La casa tenía una buena cocina de leña, toda la casa olía a madera. Decidiste hacer algo parecido a una empanada, aunque faltaban varios ingredientes.

Aquella noche hubo una tormenta. No era la época y por eso te extrañó, pero las tormentas no te asustaban. Mientras cocinabas la lluvia comenzó a caer, primero con mucha fuerza, una tromba de agua con algo de viento, luego una lluvia mansa, para después volver a comenzar el ciclo. Olía con la intensidad que generan las tormentas, más el calor de la masa de pan haciendose. Y en un lugar casi fuera del mundo.

Era un contraste que te hacía sonreir. Y te gustaba permanecer en ese umbral todo el tiempo que fuese soportable, en realidad de eso iba aquel viaje. Una ruta para observar algunos límites y sus continuas transformaciones.

23 de noviembre de 2012

Durante

Durante un instante
escribir algo que crezca hacia la belleza

y
puede ser una posibilidad,

esperar

22 de noviembre de 2012

Objetivo

El objetivo puede ser que tu mesa de trabajo esté limpia
y también con cosas bonitas sobre ella

21 de noviembre de 2012


Todos los nombres

Creiste ver un animal.
La parte de la noche que permanecía lejos se acercó. Y con ella un bosque.
Pensaste si aquello se podría llamar miedo.
Dijiste que hacía mucho frío, que era necesario seguir, que no podíamos detenernos. Y aunque era invierno tu cabeza imaginó una serpiente sobre el asfalto caliente, lenta, rapidísima.

En nosotros había una parte que no estaba allí pero que parecía operar desde la distancia. Había algo más. Apenas había luz.

Alargaste la mano esperando encontrar algo entre aquellas palabras y solo parecía existir el recuerdo de un ser huidizo, nada coherente.

Una radiación oscura e invisible. Hasta que pudimos escuchar, uno a uno, todos los nombres de las cosas.

20 de noviembre de 2012

Háblame de las tinieblas

Los perros parecían seres de otro mundo, ajenos, indiferentes a todo lo que tenía vida. Caminaban con la cabeza baja, solitarios y callados, como si ya hubieran consumido todas sus energías y ahora solo les quedase deambular mientras esperaban encontrar el camino de vuelta. Movían algo los ojos, imaginabas que olfateaban el aire, pero en realidad caminaban de manera errática en el barro.

Cada pueblo ocupaba el poco espacio que quedaba vacío entre un lago interior y otro. Un ajedrezado de agua con el color de la tierra y siempre cerca de ella inmesos depósitos de combustible, o de gas, o de nada. Más depósitos que personas y más perros que depósitos.

Aprendiste a caminar como aquellos perros, sin rumbo, cabizbajo, olisqueando algo que parecía no existir. Entre la llegada y la salida de aquellos pueblos podían pasar tres o cuatro días en los que había que convivir con aquel olvido. Ni rastro del sol y de vez en cuando oscuros lamparones de nieve también olvidada.

No sé como fuimos a parar allí. Algo de la limpieza del Ártico se debía colar hasta aquellas aguas, pero llegaba sucio y con un intenso olor a gas.

Después de horas caminando a la intemperie había que meterse en algún sitio y calentarse, o sencillamente recuperar no sé que energía que se había ido perdiendo en las profundidades de aquellos lagos. Lo único bueno de los interiores era que hacía calor: lugares inhóspitos a veinte grados y a los que a veces entraba alguna persona. Cuando eso ocurría, todo se desarrollaba en silencio.

Sentado, necesitabas mirar por la ventana como si nunca antes hubieses estado en el exterior, y minutos después comenzabas a leer un libro.

Soy toda tuya ahora, dime cosas tiernas, háblame de las tinieblas.
Recuerdas haber leído esa frase de Gao Xingjian en Severnyy, dentro de un lugar hecho con chapa y tapizado con madera de abedul y una moqueta roja seguramente arrancada de algún otro lugar. Una tarde entera leyendo La montaña del alma, mientras fuera no había más que distintos tonos de un color plateado que solo identificabas con la ausencia.

16 de noviembre de 2012

Mi Rusia

Muchas horas cerca de aquel río inmenso, en una primavera que casi era un invierno.

El tren no paraba de costear una ribera llena de hierba alta y casas muy a lo lejos, nadie en el horizonte. De vez en cuando, a veces pasaban horas, algunos árboles gigantescos y unas nubes densas y serenas que no sabíamos leer.

Tras muchas horas en aquellos asientos me gustaba ponerme de pie y apoyarme en el cristal de la ventana, frío y sucio, y esperar. Intentaba ver algo pero no tenía ninguna meta, eso era lo que estaba consiguiendo aquel viaje soñado desde la infancia. Al fin Rusia.

Sobre el agua volaban con cierta regularidad aves blancas que no conocía. El agua era de un color terroso, aunque podía deberse a las lluvias de días atrás. Y no era difícil ver los círculos concéntricos que dejan sobre su superficie los peces cuando suben a comer insectos y con su boca lamen el aire. Pero no sé si esto sería así, porque solo conseguía imaginar peces enlodados y grasientos, poco ágiles, girando bajo aquel paisaje abandonado.

Poco se podía hacer en el interior del vagón, nadie con quien hablar (imposible entendernos en aquellos lugares sin saber su idioma). Y sin embargo, cada minuto había una señal a la que había que atender y que en realidad no quería decir nada, solo que viajábamos a bordo de aquel convoy. Un tren que parecía ir a la deriva a pesar de viajar sobre railes.

Durante dos días seguimos el curso del río. Solo en una ocasión cambiamos de orilla, después de cruzar un puente construido con metal y madera. Me gustaba la ventanilla y también recorrer los pasillos, había diecinueve vagones. Los pasillos solían tener más gente que los compartimentos: había mineros que regresaban al trabajo, familias enteras que se habían subido en la última ciudad grande, unos pocos soldados, hombres solos que alternaban la mirada entre el suelo y el cielo, siempre a través de algún cristal.

Es difícil anotar los nombres escritos en un alfabeto que no conocemos. Pero ese día, al final de la tarde, toda la hierba amarillenta y unos bosques de pino en el horizonte, el tren se detuvo en Natara.

15 de noviembre de 2012

Tejos

La frialdad sólida del tronco del tejo.

Cuando piensas en los tejos sientes en la mano la resonancia de la piel fría del Hang,
un sonido girando entre las huellas de los dedos, creando su propio alrededor.

El caudal de un río.

Hablamos con total fluidez, y nos encontramos
con que la vida es un idioma extranjero

(recuerdas esos versos de Jeanette Winterson que encontraste en un blog)

Sustituir

Sustituir las palabras

en el mundo
por
en un mundo

pero
por
y

lo aprendí de ti
por
lo aprendí contigo

y

esperar


("No se es rápido como un águila
sino como una golondrina")

13 de noviembre de 2012

Tú, O homem da telegrafía

Había una flauta y era de noche.

Una flauta sola que emergía desde una luz que apenas dejaba ver la habitación. A veces casi se callaba, a veces se acercaba a tu voz como un animal asustado, jadeante. Como quien, exhausto, ha llegado a un lugar protegido, a una noche cálida. En algún lugar.

Eran variaciones sobre música de John Dowland. Como muchas otras veces.

Había una mariposa que se agitaba en un fluorescente del parking subterráneo. Tú giraste el volante, giró todo el coche, las ruedas crujieron, esperaste a ver qué pasaba. Y la mariposa, ya casi invierno, buscaba la salida cerca de aquella luz fría.

El coche se detuvo, apagaste el motor. Era muy tarde y aún estabas lejos de casa. Te paraste a verla volar sin poder hacer nada. Nadie. Ninguna persona a quien mirar a los ojos para mostrar ternura por aquel animal ya condenado de muerte, volaría mientras durase su noche iluminada.

Las palabras que no se pronuncian parecen vuelos verdosos y perdidos de antemano. No lo podías olvidar: aquel hombre cogió cada una de las letras, las palabras una a una, todas, y comenzó a guardarlas sin apartar la mirada. De pie, frente a quienes le mirábamos sin saber qué decir.

Muchos días las palabras no sirven.

Dijiste que había tantos yoes que tal vez cuando se hablase en primera persona habría que decir que hablaba la otra voz. La tuya, el reflejo que parece la tuya, solo se puede identificar al salir de tu mundo y mirar hacia los alrededores. Y entonces es posible que decir en lugar de yo sea más preciso. El tú gira frente a la luz y es capaz de viajar entre la luz brillante y la oscuridad que corta los dedos.

No pareces decidido a iniciar el viaje de vuelta. Piensas que la mariposa tal vez vivirá hasta el amanecer.

Vai ao fundo o navio,
Mas eu sou o homem da telegrafía.
escribe Miguel Torga.

La precisión en su acercamiento a la luz embrutecida, tanteando las distancias. El aire que desplaza al volar, una cortina de aire tan fina como la piel, invisible. Debajo, un complejo entramado de arterias y líquidos.

Tenho o oiro e nâo posso
Arrancá-lo do cerne da montanha!
dice Torga

Y muchos mensajes aún sin transmitir.

12 de noviembre de 2012

Mundo

El mundo se debe hacer diálogo

7 de noviembre de 2012


6 de noviembre de 2012

Saber

Saber permanecer en el silencio
como una forma de diálogo