30 de abril de 2013

Mapa

El mapa de los afectos se hace y se deshace en el agua oscura.
Observas el río y ves cómo se dibuja en esos brillos ondulantes. Es una corriente profunda, con árboles que ascienden a la superficie para que sus hojas crucen esa línea viva, plantas que se agarran a un fondo del que se sabe poco. Nada que ver con lo que debería ser: a cada segundo todo vuelve a existir como es en ese momento. Un mapa que no permite repetir el viaje. Mientras traza sus líneas, antes de acabar, ya las reforma. Abro el libro: Aunque es medianoche, el amanecer está aquí; aunque llega el amanecer, es de noche. Saber llegar hasta donde existen afectos con esa ondulación.

28 de abril de 2013

Una red difusa

Unas anotaciones sobre la mesa de la cocina, cerca del frutero y de todos los medicamentos. Una cocina que no conozco, un espacio luminoso y un lugar terrible:

Una red que nos soporta sin tocarnos, que apenas sabe nada de nosotros y aún menos nosotros de ella, que ofrece un soporte invisible bajo los pies. Algo sobre el peligro y el cuidado, cuando todo se transforma a la vez que es destruido. Una malla que tiembla en una agitación invisible: saltamos y caemos sobre ella, pero en realidad, existimos sin ella, a pesar de ella. Sobrevivimos porque nos salva la vida. Y también porque nos sumerge en ella.
Una red que nunca ha existido.

25 de abril de 2013

Hiziki

Al menos dí algo. Haz una señal. Sabré leerla, me he estado preparando para eso. Mi mayor aportación podría ser: estoy aquí, intento estar preparado.

Un día iba a escribir algo parecido, pero no era el momento. Pensé en la ambigüedad de los límites, en qué nos indica, por ejemplo, que el final de la calle tampoco es un final. Pensé en los bosques, en como se extienden, en los árboles creciendo en el borde de algo que también es bosque pero con otra luz.

Otro día pensaba que no merecía la pena enviar la carta que comenzaba a tener en la cabeza (eso puede ocurrir casi todos los días). Hasta que deja de ocurrir. Es necesario salir de una ruta que conduce, seguro, a una emboscada, la de los patrones fijos y repetitivos

Y así durante treinta y una veces. Nada era suficiente. Nunca era suficiente. Y, con esa especie de límite impuesto, los árboles se fueron quedando sin luz cada vez más adentro del bosque.

Hasta que llegó un sonido que balbucía algo que no podía ser entendido. Parecía otro lenguaje, pero era oscuro y también oscureció tu cuerpo. La voz perdió la complejidad de la música: no había posibilidad de nombrar. No había nombres pero sí objetos, no había palabras aunque el cuerpo estuviese cerca.

Al menos dí algo. Y no decías nada. Por dentro, en el mayor de los secretos, tal vez observases con impotencia como un planeta se interponía en la trayectoría de otro planeta. Y como la luz casi desaparecía. Sabré leer en el interior de tus ojos. Solo con tocarte. Escucharé.

Ictus es una palabra preciosa. Me recuerda la forma de un alga, una de esas plantas cuya raíz solo sirve para sujetarla a las rocas, una raíz a través de la que no se alimenta. Estoy preparado, pensaba. Me alimentaré a través de toda la superficie, no hace falta la raíz, como las algas. Hiziki.

Sentí que, desde dentro, pensábamos en esas dos palabras. A tu alrededor todo se movía a través de olas gigantes que no emitían ningún sonido. Los ríos se llenaban de agua salada y no tenían capacidad de empujar el mar hacia donde debe estar: la alta mar. Así que la mejor tierra fértil quedó cubierta por una fina capa de sal.

Allí no crecería el hiziki, porque necesita rocas y agua en movimiento, y mareas y olas, y animales que serpenteen entre ella. Necesita algo parecido a la alta mar pero cerca de la tierra.

¿Sabes? Cuando me hagas una señal viajaremos hasta donde haya hiziki. No está lejos. Es cerca de donde ahora tú estás. Lo recogeremos y lo dejaremos secar. Luego esperaremos, tal vez, a que se haga invierno. Y haremos unos caldos olorosos. Y todo el mundo sabrá que estamos juntos porque la señal será que huele a mar en el interior de los bosques.

Tras treinta y una medidas de algo que resulta innombrable, uno de los días que más despierto estaba, hiciste una señal. Fue suave y apenas se podía oir. Fue suficiente.