10 de agosto de 2013

Ojos que brillan entre las hojas

Imposible verlo, pero vive en esa espesura.

Su territorio de tigre es esa piel cruzada por los colores de la selva, donde todo es peligroso y es imposible agarrarse a nada: si algo te alcanza, lo mejor es desandar el camino y hacer que la astilla salga en la misma dirección que entró.

Pero hay tiempos, breves, en que una línea de luz atraviesa la vegetación densa haciendo que los ojos brillen entre las hojas. A veces eso ocurre delante de tu mirada, cuando no tiene sentido escapar y solo un encuentro sin refugios, y si hay suerte, te puede permitir seguir viviendo.

Hoy es una fiera. Mañana verá su salto
escribe René Char.

Es posible que unos versos sean el machete para sobrevivir al tigre. En realidad lo que diferencia de los otros su gran bosque es un ligero temblor que sufre el cuerpo al entrar y perder, al instante, las referencias. Una especie de descenso por la parte inferior de un iceberg que, sin embargo, tiene la textura de los grandes árboles y corta como un colmillo.

Decidido a no retroceder frente a lo que intuyes que es uno de los últimos y más definitivos diálogos, lees otra vez las líneas cortas de René Char:

Todo lo esencial que cumplamos desde hoy, lo cumpliremos a falta de algo mejor

Sientes que también él olfatea el viento: intenta distinguir el lugar por donde llegarás hasta ese pequeño claro. Ya no es posible volver atrás. Y, si hay camino, pasa justo al lado de los árboles desde los que te observa.